Leo recientemente en Diario Los Andes que un estudio del INTA asegura que hay criollas con potencial enológico, noticia que me alegra pero que a la vez me sorprende.
La Noche en Vino desde hace mucho tiempo sigue, estudia y disfruta los vinos de nuestros vecinos chilenos, quienes -comentario aparte- hacen vinos deliciosos y diferentes, utilizando la más amplia variedad de cepas (a pesar de tener menos variedades registradas que Argentina). Entre esas variedades además de las típicas y más conocidas, los enólogos chilenos desde hace mucho tiempo ya han salido masivamente al rescate de sus uvas «patrimoniales» como carignan Con personalidad: Carignan, Cinsault y su uva criolla o «salvaje» como le llaman en Chile la Uva País. Uva salvaje , si hasta tienen espumantes de uva país! .Esa ha sido siempre motivo de admiración al ver que Chile año a año renueva su interés por innovar con cepas «no tradicionales».
Gratamente leí la noticia entonces que publicaba Diario Los Andes donde habla de un trabajo de más de 5 años que se lleva a cabo en la EEA Mendoza (Estación Experimental Agropecuaria) en el cuál los resultados indican que cerca de 10 variedades de uva criolla tienen condiciones promisorias debido a su composición polifenólica, perfil aromático y acidez.
Pasando en limpio las variedades criollas son las que se originaron en Sudamérica. En general, se generaron a partir de cruzamientos naturales entre las plantas de vid traídas por los españoles desde la época de la conquista.
Los cruzamientos naturales se producen cuando el polen de una variedad fecunda la flor de otra variedad, originando una semilla genéticamente distinta a sus progenitores. Por lo tanto, un nuevo genotipo ( la información genética que posee un organismo en particular, en forma de ADN) en el caso de la vid, da una nueva variedad. Si bien esto parece poco probable que ocurra, hay que considerar que las plantas se cultivaban mezcladas en la misma parcela y que esas variedades convivieron juntas por casi 400 años.
Esta hipótesis fue probada hace algunos años por investigadores de la Facultad de Ciencias Agrairas de la Universidad Nacional de Cuyo y de Chile, quienes determinaron que la mayor parte de estas variedades tienen como “progenitores” al Moscatel de Alejandría (variedad de origen griego traída a América por los jesuitas) y a la denominada comúnmente Criolla chica, que en realidad es una variedad española cuyo nombre original es Listán prieto.
Estas dos variedades se cruzaron repetidas veces y originaron las variedades criollas más conocidas hasta el momento. Se trata, por lo tanto, de variedades que vienen siendo cultivadas en nuestro medio desde hace casi 400 años y adaptadas al medio ambiente local.
Hasta hace algunos años, la única forma de identificar o diferenciar una variedad de vid era a través de las características morfológicas de hojas, ápices, brotes y racimos (ampelografía) o fenotipo. Actualmente, a través de estudios del ADN se puede identificar un individuo o una variedad de forma precisa.
Existen alrededor de 74.195 hectáreas cultivadas con variedades criollas, lo que representa cerca de un 33% de la superficie cultivada con vid en Argentina.
Las variedades criollas más cultivadas corresponden a Cereza (29.190 ha), Criolla grande (15.970 ha), Pedro Giménez (11.389 ha) y Torrontés riojano (8.221 ha). Durante las décadas de los 70 y 80 se privilegió el cultivo de estas variedades debido a su alto potencial de rendimiento.
Su destino es principalmente la producción de vino básico y/o mosto dependiendo de las condiciones del mercado. Hoy en día, estas variedades están cuestionadas debido a su escasa aptitud enológica, en especial para la elaboración de vinos tintos. Una mención aparte merece la variedad Torrontés riojano, la cual es considerada hasta el momento la única variedad criolla de alta calidad enológica.
Por ello sorprende gratamente la noticia de que casi 10 variedades de uvas criollas podrían ser aptas para vinos de buena calidad. Este es un nuevo punto de partida para una variedad tan plantada como denostada en Argentina.
1 Comentario
Hola Claudia
Por suerte ya son varias las bodegas, enólogos y winemakers que estan trabajando con Criollas, en una cata que organizamos el mes pasado, con la colaboración de la mayor parte de esos productores, pudimos probar 8 etiquetas argentinas y una chilena, entre ellas un espumante. La discusión, o mejor dicho el preconcepto, de la falta de calidad enologica de las Criollas quedo -a mi juicio- revertida en esta cata. Mañana se publica la nota que da cuenta de los resultados, pero adelanto que son promisorios, al menos con las uvas Criolla grande y Criolla Chica, que son las que probamos. En especial con esta ultima. El INTA ademas esta generando otras posibilidades, pero los miles de hectareas ya existentes de Criollas no pueden esperar, y ojala poco a poco aumente lacantidad de bodegas que se animen a esta revalorizacion y encontremos como dar lugar a esta gran producción.
Cordiales saludos
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