Todos confiamos naturalmente en nuestros sentidos, y hay situaciones en las que nuestros sentidos perciben una realidad diferente de aquella que nuestro cerebro acepta como «normal y habitual», es entonces cuando «el motorcito de materia gris» toma el control de la situación y «la acomoda» a su gusto. Está muy claro, el rey cerebro no va a permitir que la vista, el olfato o el gusto, pongan en duda su liderazgo y discutan una «verdad absoluta».
Esta larga introducción que no tiene nada que ver con el vino, o sí, depende; la escribí para que comprendamos someramente la utilidad de las copas negras.
A muchas personas les pueden gustar por motivos estéticos, aunque aquellos que estamos más atentos a conocer cada vez más sobre el vino, la copa negra es un salto de calidad. Es desafiar a nuestras creencias. Personalmente entiendo que no se puede hablar de cata a ciegas si no hubo una copa negra de por medio.
Al no ver el color del contenido, el olfato y el gusto están «vírgenes» para detectar aromas y sabores. En una copa traslúcida, al ver el color rojo, el cerebro empieza a «soplarle» al olfato que tiene que detectar aromas relacionados con frutos rojos, al mismo tiempo que le «indica» al gusto que «se ponga las pilas» para percibir taninos y madera. Cuando la vista se anula, se pierden esas «indicaciones» y es entonces cuando el resto de los sentidos tienen que descubrir lo que están tomando.
Hace unos meses hicimos un evento en el que degustamos el excelente y único Merlot vinificado blanco de Solandes y todos reconocemos que el Merlot no fue detectado porque al ver un vino blanco, el cerebro dio la orden de «tachar las opciones tintas». De haber contado con una copa como las que vemos en la imagen, otra hubiera sido la historia.
En el mismo sentido, con la presentación de Chateau Montchenot, nuestros amigos López presentaron dos espumosos: uno dulce, y el otro rosé. En esa oportunidad, la vista nos volvió a trampear. Me tocó estar en una mesa con tipos que saben mucho, y todos nos preguntamos si Eduardo se había equivocado al decir que el Rosé era método charmat; porque nuestros sentidos decían que ese espumoso era claramente por método tradicional. Se lo preguntamos y orgullosamente nos confirmó que era charmat, solo que tiene una calidad increíble y puede disfrutarse como un tradicional. Con las copas negras de champagne, tal vez la confusión hubiera sido menor.
Como podemos apreciar, la copa negra, es bastante más que un poema de César Vallejo, para nosotros es otro desafío que les dejamos planteado como una forma de descubrir el sorprendente mundo del vino.
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