Al igual que leíamos días atrás con Marruecos, la República de Túnez tenía en la antigüedad – siglos antes de Cristo – viñas que habían plantado los fenicios y que con la llegada de los árabes tuvieron que arrancar.

En Cartago contaban con un avanzado sistema de riego que permitió ampliar en mucho la zona plantada.

Fue recién a principios de 1880, con la llegada de los franceses, que volvieron a implantarse vides, hasta que en la década del ’30, la filoxera hizo de las suyas.

Hoy cuentan con unas 15.000 hectáreas dedicadas a la producción de vino, de cepaje prácticamente europeo: Alicante Bouschet, Alicante Garnacha, Cabernet, Cinsault, Pinot Noir, Ugni Blanc y Semillón entre otras.

El clima permite que las uvas concentren grandes cantidades de azúcar, que luego se verán reflejadas en vinos con alto contenido de alcohol.

Elaboran vinos blancos, rosados, tintos; dulces, fortificados y espumosos que en el caso de los excedentes dedicados a la exportación, la misma se realiza, principalmente hacia Francia y Alemania.