El Instituto Nacional de Vitivinicultura estableció una metodología para profundizar el control de la calidad de los vinos argentinos.
A través de la Resolución Nº C 37/2015 establece un procedimiento para aquellos productos sin fraccionar que resulten, luego de ser degustados por los técnicos de Laboratorio, observados por caracteres organolépticos alterados.
Esta resolución brinda el marco legal para que los vinos con características organolépticas alteradas ya sea por gustos amargos, gustos a plástico, olores extraños, no vinosos, etc. que son desagradables para el consumidor no lleguen al mercado.
Así comienza la gacetilla de prensa del INV por la que informa las acciones que está tomando para preservar la calidad de los productos que se ofrecen al consumidor, y bienvenidas sean.
Los números fríos dicen que entre enero y septiembre se detectaron trece millones de litros de vino, correspondientes a cien establecimientos de todo el país, con características organolépticas alteradas; siendo más del 90% vinos genéricos a granel de trasladistas y fraccionadores inscriptos.
Y es acá donde vienen a la memoria varias historias muy poco felices de vinos adulterados, con verdaderas desgracias y hasta pérdida de vidas humanas. Alguna vez me han regalado un vino etiquetado con mi nombre, que les puedo asegurar, fue a parar al horno, para cocinar alguna carne roja.
En medio de tanto auge de «bodega boutique» o «vino de autor», es hora de comenzar a separar quienes son los que trabajan a conciencia y muy profesionalmente, de aquellos que solo ven un negocio y sin ningún tipo de compromiso.
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