Nos reservamos el viernes para ir a «la loma del Chachingo» -que en cualquier momento se puede convertir en República… – y conocer personalmente el emprendimiento de Alejando Vigil – su «Casa El Enemigo».
Y es diferente a todos.
No es un monoespacio, sino que tiene sus lugares perfectamente compartimentados. Entonces podés pasar del Paraíso al Infierno con hacer unos cuantos pasos y bajar unas escaleras.
Pero no se asusten porque las alusiones se refieren a un libro que marcó parte de la vida de Alejandro: nada menos que la obra maestra del Dante.
Todo es alegórico en este lugar. Todo se ve personalísimo. Desde la recepción misma, donde Maria, la dueña de casa y esposa de Alejandro, nos recibió y nos llevó a nuestra mesa.
Y ese toque personal también lo vas a ver en la carta de vinos – que por curiosidad miramos – y que lleva en la columna derecha números bastante parecidos, todos cercanos a 100…
… y puestos por personas que parecen saber algo en el tema vinos.
Les puedo contar que el menú es estupendo, que los vinos son para quedarse todo el día tomando, y que la atención es de primera.
También es real que el mismísimo Alejandro pasa mucho de su tiempo compartiendo una copa de vino y muchas anécdotas con sus huéspedes, aunque éstos sean alemanes y el idioma parezca una barrera.
Como lo digo desde que comencé con esto, son experiencias y personales. Ese tal vez sea el sello particular de este lugar y el que te hace regresar para probar otra cosa, o simplemente para repetir la experiencia… o no, porque en lugar del Gran Enemigo o del Enemigo, la próxima vez que vengas, te reciben Los Glotones, o Los Hipócritas, o tal vez El Maldito y El Virtuoso.
Gracias de nuevo a Antonio, Marcela, Mario, Claudia y por supuesto a toda la gente de Casa El Enemigo.
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