Este Primero de mayo quedará en la memoria de todos. Es un día en el cuál habitualmente, más allá de nuestras argentinas quejas cotidianas, “parábamos” un poco la vorágine y hasta pensábamos en comer un asado con amigos o celebrar con algo un tanto más especial, la posibilidad de tener trabajo.
Hoy tenemos una realidad muy cruda: el trabajo de muchos puede costarles la vida, y es su trabajo, el que salva las vidas de otros. De ellos, los que eligieron la salud como profesión, estamos todos orgullosos por su entrega y los aplaudimos cada noche a las 21 hs.
Y hoy hay otro ejército de “invisibles” que trabajan para que todos podamos seguir con nuestra vida. Además de los servicios de apoyo a la salud -mucamas, administrativos, ambulancieros, técnicos de mantenimiento, recolectores de residuos patológicos, personal de vigilancia, entre otros- se encuentran todas las personas que trabajan en la producción de alimentos, en la prestación de esos servicios “invisibles” -¿o acaso crees que la internet y la generación de energía eléctrica o el suministro de agua, están en “automático”?-. Están las personas que trabajan en logística, enviando todo lo que comprás online, los docentes, los que te cargan nafta o los que te reparan un neumático. Los que no ves del supermercado, la farmacia, la verdulería o la carnicería.
También están los que tuvieron que “reinventarse” como los dueños de restós, vinerías, y todas las actividades comerciales que están canceladas, y tuvieron que recurrír a los que entregan pedidos y a la venta por redes. Los que tuvieron que “romper el chancho” o pedir préstamos para pagar los sueldos.
Desafortunadamente, hay caídos. Los que en los últimos días fueron desvinculados de sus lugares de trabajo y que la tienen más dura que en otros momentos.
1° de mayo de 2020 nos quedará como un recuerdo ingrato y hasta injusto.
A todos, a cada uno desde su lugar, nuestro abrazo.
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