Las reuniones de planificación estratégica siempre tienen condimentos. Cuanto más ampliada es la concurrencia, mayor probabilidad de escuchar cosas huecas. En todos los grupos suele estar el personaje que se ocupa de poner sobre la mesa los “cliché” de turno: “si no das soluciones, sos parte del problema”, “el cliente es el amo”, “menos es mas”, “diferenciarse”.
Por supuesto, también hay alguien que por conveniencia o por simplemente por insuficiente conocimiento del tema, “pica” y se compra el problema de quedarse atado a la propuesta de “diferenciarse”. El brainstorming que puede surgir de esa palabrita, es productivo en tanto comprendamos que cualquier cambio es bueno, si está alineado con la estrategia corporativa. Traducido: tengamos claro que el contenido de lo que vamos a implementar, debe ser contundente para cumplir nuestro objetivo.
En este otoño porteño, contamos con la presencia del Cirque du Soleil y su espectáculo Ovo. Es una experiencia diferente. No es cine. No es teatro. No es lírica. No es circo. No es acrobacia. Es una historia desarrollada en un escenario multidimensional, con sonido, efectos visuales, vestuario y maquillaje sorprendentes. El CdS no contrata a artistas, sino a gimnastas de clase internacional que no llegarán a ser número uno en lo suyo, pero sí en el espectáculo. Saben que es más fácil enseñarle a un acróbata a maquillarse que a un payaso a colgarse de un trapecio. En algo más se diferencian: el costo de las entradas. El público percibe a CdS como un objeto de deseo. Es signo de pertenencia a una élite decir que estuviste en el espectáculo en el ¿VIP A? si esa fuera la mejor ubicación del show, y de hecho es la que primero se agota. El modelo parece simple, entonces; copiémoslo y tendremos el mismo resultado. Dudo que sea así, aunque recitemos de memoria el libro “La magia” o “Estrategia del Océano Azul”. Lo mismo ocurre con el vino.
Hay grupos que se diferencian del resto imponiendo su marca, como sinónimo de calidad, apoyada en un segmento alto de precios. Punta del iceberg. Muchos salen a imitarlos con conceptos tales como “vino de autor”, “vino de garage”, “botella numerada”. Diferenciarse sin contenido, lleva a creer que podemos embotellar cualquier cosa y ponerle precio premium, y eso nos asegurará un éxito rotundo. Autoconocimiento es una de las claves. Calidad, no la del precio, sino la del producto es otra. Pasión. Muchos otros factores, sin olvidarnos del tan necesario marketing del producto.
Desde el lugar del consumidor, seamos críticos y coherentes con lo que nos gusta. Sepamos que valor recibimos por cada peso pagado. Si compramos etiqueta, no pidamos vino. Si compramos “recomendación”, pensemos que el recomendador tiene diferentes gustos que los nuestros. Después de todo, si hay 10 jugadores y 9 buscan diferenciarse, el décimo ya lo hizo y salió, probablemente, mejor parado que el resto.
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