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Malas Experiencias

Restós en bodegas

La experiencia no deja de hacerme ruido, a pesar del tiempo transcurrido.

Me sale el marketing, las ciencias económicas, los esquemas de costos y todo lo que se les pueda ocurrir. Lo comenté con varias personas y parece no haber una «política común», pero vamos a los hechos.

Martes 2 de marzo, estábamos en el Valle de Uco y fuimos a almorzar al Espacio Killka de Bodegas Salentein. Llegamos con apetito, por lo que fuimos derechito para el restó. Elegimos el vino y el precio era xxx.

La comida muy bien, la atención muy bien, el vino muy bien.

Vamos a la tienda de la bodega y vemos que el mismo vino que acabábamos de disfrutar estaba yy% menos en la tienda que en el restó. Por deformación profesional no deja de llamarme la atención eso: digo, el turista que viene a una bodega a comer, viene por el vino, no por la comida; eso debería estar claro en la cabeza de todos los involucrados.

La pregunta es: ¿dónde está la ganancia en cobrar más caro el vino en la mesa de la bodega que en la tienda? Personalmente no me gustó la experiencia. Y no estoy hablando de perjudicar a la cadena de distribución ni nada por el estilo, digo: en la bodega pagué el vino más caro en el restó que en la tienda. ¿Sólo a mí me hace ruido?

Al día siguiente, rumiando el almuerzo del día anterior, fuimos a almorzar al Espacio Osadía de Susana Balbo Wines donde nos atendieron de maravillas. El equipo que nos atendió es de primera y les agradezco desde aquí el trato que nos dispensaron.

El menú de tres pasos guiado por Marina, la sommelier que nos acompañó fue maravilloso – mis tres vinos fueron: Benmarco Malbec 2013; Benmarco Expresivo 2011 y Nosotros 2010, ¡perlas!-

Entonces llegó el momento de la cuenta y … oh sorpresa: los vinos estaban un zz% MENOS que en el espacio de compras. Exactamente lo opuesto al día anterior. Exactamente alineado con mi línea de pensamiento.

Dejo el debate abierto. Seguramente hay partidarios de una y otra postura. No hablo en esto de gustos, hablo de tácticas y estrategias, que apenas terminan impactando en la «Bottom Line», esa que miramos los contadores y que desvela a muchas almas.

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