En estos días todo el mundo se ha vuelto especialista en el Dakar.
Ya no interesa si es el resabio de la legendaria carrera que se disputaba entre Paris y Dakar, de la que ahora sólo queda el nombre y el peligro; o bien si saben que es la capital de Senegal, ese país ubicado «en la pancita de África», entre los 12° y 16° de latitud norte.
En Senegal también hay Baobabs, ese árbol extraño que aprendemos a conocer de niños en «El Principito» de A. De Saint Exúpery.
Y también hay vinos a la vera de los Baobabs.
En 2009 Joan Gómez Pallarés comentaba en su blog de vinos, que se le complicaría conseguir vino en su viaje a Senegal.
En octubre de 2015, el diario El Mundo de Madrid, daba la noticia de la producción y venta de Clos des Baobabs, un vino enteramente senegalés. Obtenido en una hectárea y cuidado por baobabs, de la mano de dos franceses «medio chiflaos» dirían Don Pepito y Don José.
Y las dificultades que enfrentan son muy variadas: tienen dos vendimias al año, están en un terreno llano, sin agua – tuvieron que implementar un costoso sistema de riego por goteo con una perforación a 180 mts. para obtener agua-; el «mal comportamiento» del cabernet dado que no madura a tiempo; entre otras.
Ahora, vamos por los logros: producen un tinto y un rosado. Algunos somelliers invitados a probarlos, confundieron al rosado con un vino de Provenza. El precio de venta ronda los 11 euros. Senegal impone un arancel del 125% a los vinos importados, y los Baobabs maridan perfectamente con una forma de preparar el arroz y el pollo en Senegal.
Quien espera un Gran Cru en 2015, se equivoca, pero yo quiero seguir teniendo noticias de este «tinto con aroma a ciruela pasa y dátil» dentro de un tiempo.
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