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El Vino

Mosca, mosca… moscato.

Mosca, mosca… moscato.

Con tanta cepa «seria» e «internacional», solemos olvidarnos de esa uva tan antigua que ya los griegos y los romanos la conocían y hacían vino: la moscatel.

El moscato, más allá de ser el típico maridaje porteño – moscato, pizza y fainá- es una uva que empieza a hacer de las suyas en el segmento de jóvenes de 21 a 30 años. Es que estos jóvenes norteamericanos descubren en el moscato la frescura de los espumosos – o astis- sin serlo, y ese aroma floral que ha provocado una expansión notable en las ventas de los últimos dos años.

También les resulta exótico el sabor a naranjas y duraznos que lo hacen ideal para acompañar postres dulces.

Es que el moscato resulta práctico también como aperitivo, o como acompañamiento para comidas condimentadas, tales como tapas, comida asiática o quesos.

La acidez subyacente de la moscatel, sinónimo de frescura, entró de lleno al mercado de los artistas, quienes lo han convertido en un fenómeno cultural. Varios raps y hip-hops lo incluyen en sus letras.

Y en números, ¿de cuánto estamos hablando? Pues bien… según Nielsen, entre 2009 y 2011 las ventas de moscato en Estados Unidos se incrementaron un 200%. En 2011 llegaron a trescientos millones de dólares al año.

La familia italiana Gallo, tiene el 43% del mercado, y hay una limitación geográfica en la producción de moscato en Italia, por lo que significa una clara oportunidad para los productores de otros países.

Si alguien se anima, el guante ha sido arrojado.

 

 

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