Si alguien nos contase que una sola persona estuvo a punto de terminar con los vinos europeos, no lo creeríamos. Sin embargo, la historia es real.
Se trata de una plaga, un pulgón, originario de América del Norte, que fue introducido en Europa a mediados del siglo XIX y se expandió muy velozmente gracias a la intervención del hombre. Lo grave es que se alimenta exclusivamente del género Vitis. Prácticamente arrasó con los viñedos españoles y franceses.
En Argentina hay filoxera -se cree que llegó desde Burdeos y no desde Norteamérica – y se hace prevención con el monitoreo permanente de raíces. Menos de un 10% de los viñedos están sembrados con pie resistente a la filoxera.
El insecto ataca a la planta a nivel raíz, impidiéndole la absorción de agua y nutrientes, reduciendo el vigor y productividad. La floración es deficiente y los racimos presentan menor contenido azucarino. Los daños que el insecto provoca en tallo y ramas, favorece el ingreso de bacterias y hongos que degradan los tejidos.
El control se realiza en las raíces, y a nivel áereo. El ataque a la plaga se puede hacer con químicos, bajo estricta supervisión y con suministro de nutrientes, inundación de terrenos en el invierno e implantación resistente.
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