Hasta hace poco tiempo, encontrábamos todo tipo de bienes materiales chinos – con la calidad que todos conocemos – pero estábamos a resguardo de que llegue a nuestras manos una botella de esa nacionalidad. Desde ahora, no estemos tan seguros de ésto último.

China es «la cuna del alcohol» y desde siempre se destilaron licores por esas tierras, quien despertó al gigante fue la cultura occidental. El alcohol es más que un consumo fisiológico en China, es un ritual, un ambiente, un estado de ánimo. Forma parte de la filosofía taoísta. Su contenido esencial es aspirar a la absoluta libertad, olvidar la vida, la muerte, la reputación, la riqueza, el honor y la humillación. Tanto saben de alcohol, que han sido los primeros en utilizar la levadura para la fermentación.

Recientes estudios de la Universidad de Adelaide en Australia proyectan un crecimiento del 40% al 60% en el consumo de vino en China entre 2011 y 2018.

En la otra mano, hace un par de años atrás nadie dudaba en preferir un jarabe para la tos, sobre un vino chino, pero… en 2011 una pequeña bodega del norte de China consiguió una medalla de oro en un reserva 2009 con un vino al estilo de Burdeos, venciendo nada menos que a rivales franceses.

Aún no es de esperar vinos chinos de calidad en los supermercados de ese origen, sobre todo porque la calidad de la uva deja que desear. Suelen ser suaves, secos y ácidos. Las zonas de cultivo son húmedas, o con enfermedades, o frías. El punto es que en cualquier momento, por esas rarezas propias de China puede llegar un vino que nos deje boquiabiertos. Lo que sí es seguro es que dentro de poco tiempo, empezaremos a dudar sobre la preferencia del jarabe para la tos.