Como es imaginable, no se tiene real registro de cuándo apareció la especie en el planeta. De lo que sí se tiene relativa certeza es de que la variedad cultivada, propia del transcáucaso, entre el Mar Negro y el Mar Caspio, hizo su aparición hace unos 8.000 años.
Arrancando con los caucásicos, los demás pueblos de la antigüedad fueron expandiendo el cultivo de esta planta semillosa trepadora hacia el mundo entonces conocido, primero en la mesopotamia, Asia y finalmente en Europa.
Los sumerios, unos 4.000 años antes de Cristo, ya diferenciaban el vino de montaña del vino de llanura.
Es en ese lapso de la historia en la que el vino de alta calidad, comienza a ofrecerse a los dioses de esos pueblos.
Ya 2.000 años antes de Cristo, se hablaba de vinos adulterados en el código de Hammurabi
Los Egipcios y luego los Romanos son quienes finalmente impulsan la entrada definitiva de la vid a Europa.
En el caso argentino, en la época de la colonia llegan las primeras parras, pero no es sino hasta mediados del siglo XIX cuando se cultivan las cepas que hoy podemos disfrutar como excelentes vinos de calidad.
¡Larga vida a la vid!
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