Días atrás volvía a casa escuchando folklore al azar y apareció una cueca llamada «el encuentro», que relata precisamente lo experimentado por un lugareño que se encuentra a la vuelta de la esquina con una «dama». Si quieren oír el relato, pues aquí lo dejo.
Si no escucharon el link anterior no sabrán la relación entre esta entrada y la cueca, pero sin dar más vueltas, pasemos al Semillón.
Se trata de una variedad blanca, originaria del sudoeste de Francia que puede utilizarse para hacer vinos secos o dulces, que tiene una cualidad que proviene de un defecto: el Semillón es atacado por un hongo que lo pudre noblemente y da un dulzor particular al final del ciclo.
Fue el vino blanco típico de Mendoza pero su cultivo fue postergándose precisamente por la facilidad con la que se pudre la uva, sobre todo si se utilizan los sistemas de conducción inadecuados o se desconocen las características de la variedad y no se emplean los métodos correctos de vinificación. En Argentina hoy vemos Semillón de muy buena calidad en Río Negro y en el Valle de Uco, en Mendoza.
Bodegas como Vistalba y Mendel lo elaboran dando un producto de altísima calidad, ya sea solo o en corte con el Sauvignon Blanc.
Sensorialmente, el Semillón argentino tiene descriptores cítricos cuando el vino es joven y a pan tostado y miel cuando el vino envejece. Aporta en el paladar un paso cremoso y con baja acidez, que lo hace ideal para maridar con carnes blancas y postres.
¡Ahora entendemos mejor porqué el gaucho de la cueca estaba tan contento con el encuentro!
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