Y el título viene de un artículo aparecido días atrás en el diario El País, de España.
Resulta casi avergonzante que el mundo nos preste atención, sólo a la espera de la reacción de los ciudadanos con respecto a la decisión de continuar con una ¿administración? que todo lo esconde y lo fanatiza; o de realizar un cambio profundo, desde lo institucional hasta lo cotidianamente práctico.
Todo está congelado hasta el 23 de noviembre, pero la naturaleza continua y el tiempo pasa inexorablemente, goteando como una canilla mal cerrada, sin que podamos tomar decisiones importantes, a la espera de la civilización o la barbarie – qué pensaría Sarmiento 140 años después…-
La industria vitivinícola fue uno de los pilares para salir de la crisis de 2001. Mendoza, exportó casi 8 veces más, en millones de dólares, entre 2002 y 2014. El dólar oficial pasó de $ 1,40 a $ 9.- (sin contar las retenciones practicadas en el momento de la liquidación). El dólar «calle» pasó a $ 16.- La inflación es un dato esotérico. Debemos consultar a Ludovica Squirru para que su horóscopo chino nos indique un valor aproximado de inflación real entre 2002 y 2014.
Lo cierto es que 2015 ha sido el peor año. Chile tiene producción récord. Brasil impone aranceles proteccionistas. Argentina ya no tiene socios comerciales en el mundo, y nuestros «socios regionales» se relamen.
Los negocios locales con el vino, también están derrumbados, porque no es lógico pensar que existe ahorro en una población que viene soportando que su poder de compra se destruya durante años a valores de dos dígitos.
La sensación de las economías regionales es que lo que se les detrae, sólo alimenta las arcas de los funcionarios porteños.
La población del campo migra a la ciudad, y con eso la posibilidad de mantener producción, sin pensar en incrementarla. Los pequeños productores están al límite. Deben vivir del subsidio.
Es hora de administrar en función del bien común, y que la economía real, se ponga de una buena vez, al servicio de la gente.
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