A simple vista, cuando vemos competencias de alto nivel, llama la atención la diferencia de contextura física entre los corredores de carreras «cortas» (100, 200, 400 metros llanos), y los corredores de «fondo» o «semifondo» (1.500; 5.000; 10.000 metros).
La respuesta fisiológica en este caso – que debería darla un médico y no yo – radica en las fibras musculares de contracción rápida y lenta. El cuerpo con fibras musculares de contracción rápida más desarrolladas, será el adecuado para un velocista, quien necesita toda la potencia al piso en lapsos muy breves.
Por el contrario, los cuerpos con mayor desarrollo de fibras musculares de contracción lenta, tendrán un entrenamiento diferente basado en que las fibras transmitan la potencia en forma sostenida en el tiempo de forma tal que pueda resistir el esfuerzo.
¿Y qué tiene que ver ésto con los vinos? Todo y nada.
Nada si pensamos que los vinos no tienen fibras musculares, ni corren.
Todo, si lo relacionamos con las sensaciones que experimentamos cuando abrimos dos vinos de distinta etiqueta y aparentes similares condiciones. Días atrás descorchamos dos vinos de corte similares en composición y con una diferencia de 30% en el precio. Pues bien, el vino N° 1 se expresó rápidamente. Aromas intensos y complejos. Había varias notas propias de las cepas con más presencia. En sabor, no se quedaba atrás.
El vino N° 2 nos parecía sobrevaluado desde antes de descorcharlo; y parecía demostrarlo en el primer momento. No era más que un vino promedio.
Los esperamos y el N° 1 se quedó. y en algún punto no pudimos detectar notas que sí estaban muy marcadas al inicio. El N° 2 tuvo su revancha y pudo sacar bastante más (aunque nos dejó con las ganas).
Moraleja: ir tomando nota para elegir, a la hora de servir una «mesa rápida» o una «larguera».
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Buena comparación
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