Prácticamente no queda bien o servicio que no sea ofrecido por internet, y no veo motivo alguno para que ocurra algo diferente con el vino.

La novedad no pasa necesariamente por el comercio electrónico de vino en sí; sino por quiénes son los operadores que están tomando la delantera en el proceso. El consumidor está cada vez más inclinado a comprar algo directamente desde el celular o la tablet y que se lo lleven a su casa, sobre todo el que está acostumbrado a este tipo de operatoria con cualquier bien.

La portabilidad de los dispositivos, la oferta de transacciones seguras, aún para pequeños usuarios y la facilidad de generar aplicaciones hacen que bodegas y vinotecas importantes, ya tengan montados sus «carritos de compra online» en sus websites.

El «último» jugador en redoblar la apuesta es Mercado Libre, que pone a disposición de sus compradores, productos que antes eran difíciles de conseguir.

Este mercado electrónico ya trasciende las fronteras de las provincias y se vuelve internacional, por el solo hecho de que un consumidor norteamericano, haya leído una buena crítica sobre un vino argentino.

El desafío más importante para las bodegas y distribuidores ya dejó de ser la cobranza y se ha transformado en la logística. Éste es hoy, el verdadero talón de Aquiles de la cadena. Si pueden contar con un servicio de la misma calidad que sus vinos, con costos razonables; sin duda sus ventas solo estarán atadas a la calidad del producto, la publicidad y promoción; siendo cada vez menos esclava de los avatares de las economías locales.