Días atrás, en una vinoteca degustando espumosos, me acordé del «Desafío Pepsi». Esa campaña de marketing, apuntaba a hacernos creer que uno elegía la gaseosa por etiqueta y no por sabor. Tan agresiva fue la campaña, que los muchachos del desafío, ponían frente a la oficina de su competidor una camioneta con promotoras y gaseosas tapadas, para «convertir» a los empleados…

En este caso concreto con los espumosos, yo conocía varias de las etiquetas, entre las que estaban 2 de mis preferidas; pero decidí aceptar «el desafío» y hacer la cata a ciegas. El sommelier los dispuso en orden desconocido y de los cuatro «finalistas», resultó que el orden lógico de calidad uno debería pensar que es: 4; 3; 2; 1, peeeeero… el número dos parecía tener mas presencia, ser más complejo que el número 3. Develado el misterio del orden de las etiquetas hay algunas explicaciones.

El número 4 era evidentemente el mejor. No en vano su precio superaba tres veces el del número 3.

El número 2 era: a) otro varietal; b) otro tipo de espumoso.

Esto provocó que degustar el 2 y luego el 3 engañó a los sentidos haciéndole creer que la calidad era inversa. A eso le sumamos la inmediata degustación del 4; y podemos cantar ¡Bingo!

Moraleja, a veces los sentidos engañan… y los vendedores también.