Tengo idea de que es una tendencia universal el hecho de imitar lo que funciona bien y en Buenos Aires no somos tan originales, y se da el hecho de que aparece un negocio, y rápidamente se esparce.
Hace muchos años atrás, se multiplicaron a la velocidad del rayo las canchas de paddle, y de repente, había más canchas que jugadores; por lo que aquellos que entraron tarde al negocio, sólo sufrieron pérdidas. Esto dio lugar a que cuando alguien hace un mal negocio, se comente que «Fulano compró una cancha de paddle».
Algo similar, pero esperemos que con distintos resultados, se viene dando en la Ciudad con la aparición de vinotecas en los barrios.
En esta imagen se ven una docena de puntos rojos y les puedo asegurar que hay al menos otra docena que no aparece en el mapa porque no pagaron la publicidad.
El porteño está aprendiendo que así como no carga nafta en el supermercado, tampoco debería comprar su vino fuera de una vinoteca de confianza. Y eso es lo que recomiendo cada vez que me preguntan: que recorran un poco, hablen con los dueños, cuenten qué les gusta, pidan, lleven algo, lo prueben y hagan una devolución. Si no «la pegan» con esa, vayan a otra vinoteca. Así hasta encontrar la que les satisfaga, ¿o acaso no hacemos así con todo lo que nos interesa en lo personal?
Aprovechemos, la oportunidad es buena, la oferta también.
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