Año 2021, ya mediando. Y viniendo de un 2020 distinto, turbulento. No son tiempos fáciles. No estábamos preparados para enfrentar una pandemia y sin embargo de la noche a la mañana nos vimos inmersos en ella.

Aprendiendo a trabajar, los que tuvimos la suerte, de una manera distinta, aprendiendo a estudiar con otras fórmulas, a convivir con otra intensidad, a relacionarnos como nunca lo habíamos hecho hasta ahora, más presentes virtualmente y menos contacto real, menos espacio compartido.

Y así también como esos espacios, compartimos menos los momentos del pan, la comida y el vino. Momentos de intercambio de risas, de anécdotas, de distensión, momentos de interjección: probá este vino!! pero que bueno está !! de quién es?!! que ricas empanadas !! dicho al unísono o el famoso un aplauso para el asador!! …seguido de un brindis.

Los amantes del vino, disfrazamos  con el lo que en realidad disfrutamos, que es el compartir. En nombre del vino nos reunimos y agasajamos y contactamos y celebramos la vida sin perdernos ni un minuto. Y creemos que nos une el vino.

Por eso hoy, entre tanto desasosiego, tanta incertidumbre, tantos cuidados extremos, entre tantas pérdidas innecesarias, entre tanto tiempo loco y desbordado, entre tanto burn out, porque trabajamos como si solo eso fuera la vida, y dejamos que el trabajo nos invada hasta los espacios personales sin darnos cuenta del límite, entre tanta falta de calma y falta de tiempo para conectarnos con lo que verdaderamente tiene sentido, el vino que hoy necesitamos es el compartido. O es el vino con sentido, el que celebra, el que cierra un día de logros, el que acompaña un descanso merecido en plena paz y armonía. El vino conciente. El vino compañero.

Esperemos que llegue pronto y deje de ser el vino que abrimos para bajar la adrenalina, o para llenar vacíos o acompañar el miedo mientras regresa la calma.