Iniciando el nuevo año -el que le sigue al desacreditado 2020- y viviendo sus primeras horas, me viene la reflexión del año que acabamos de despedir: año difícil y complejo, injustamente maltratado por demás…. porque al fin y al cabo el año fue una víctima más. Año de silencios y encierro. Año que tan democráticamente afectó a los seres humanos en su economía, su salud, en los sueños truncados que dejó, en tantos objetivos sin cumplir. Muchas personas sufrieron pérdidas irreparables, por un enemigo invisible contra el que nos cuesta luchar. Escondido y agazapado en nuestros contactos estrechos, que van formando esa cadena interminable y que salta de un eslabón al otro de la humanidad sin poder contenerlo ni ponerle límites.
Pero también trajo conciencia, conciencia de autocuidado y de cuidar a los demás, trajo solidaridad, valoración de lo simple y cotidiano, de aquellos momentos de felicidad que se encuentra en el día a día sin mucho más que buscar. Sin deseos megalomaníacos, sin perder tiempo en desear algo más que lo básico: amor, salud, familia, trabajo, amigos…y una copa de vino compartida.
Contrariamente a lo que se piensa, las estadísticas finales sobre el consumo del vino en Argentina arrojaron que respecto al año anterior disminuyó. Sí es cierto que la venta de vino en supermercados, vinotecas y canales online aumentó y eso confunde, pero en el balance se perdió la venta en ocasión de turismo, venta en hoteles, restaurantes en los primeros meses de aislamiento y ese vino que compartíamos cuando nos reuníamos en nuestros hogares. Momentos en los que consumimos más porque en la alegría compartida los brindis se multiplican y prolongan a lo largo de una noche. Esto no sucedió en época de pandemia.
Desde la agencia de investigación IWSR – fuente confiable y precisa ampliamente utilizada para las tendencias de bebidas alcohólicas en el mundo- esperan una caída del consumo mundial de vinos y espumantes en el orden del 13,6% en volumen, con un mayor efecto en espumantes (-15%). No obstante, prevén una rápida recuperación en 2021 y hacia 2024 habrá equiparado los niveles de 2019.
Los datos hablan por si solos. La caída de espumante dice que no hubieron festejos. Hubieron pocas oportunidades de decir SALUD.
Un breve relato del origen de la expresión SALUD se remonta a la época del autor griego Homero quien hace mención de este acto en sus obras: “La Ilíada y La Odisea”.
Sin embargo hay tres interpretaciones de esta expresión, aunque las tres invocan lo mismo.
La de Homero: De acuerdo con el autor griego, decir ¡salud! al brindar, era un acto de amistad en el que se le deseaba a la otra persona “buena suerte, salud y prosperidad”, el rito continuaba al beber todos los partícipes en el brindis de la misma copa- pero no lo hagan hoy ¡por favor! por el protocolo de COVID-
La del escritor Benito Jerónimo Feijoo Montenegro en su obra “Cartas eruditas y curiosas», menciona que los romanos expresaban ¡salud! como un saludo para sus dioses , amigos presentes y por las personas vivas.
La del periodista gastronómico español, Jesús Castro y Serrano, quien hace mención que en una de las cartas escritas al doctor Thebussem a principio del siglo XIX se menciona que cuando los comensales levantaban sus copas exclamar la palabra ¡salud! era un superstición para conservar la salud corporal.
Por eso el deseo de los que hacemos La Noche en Vino, es para el 2021 ¡¡SALUD!!. Esa expresión que a lo largo de los años proclamamos en automático al chocar nuestras copas y que hoy como nunca toma su verdadero sentido.
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