Se habla mucho en los últimos años del Cabernet Franc, lo suficiente como para que los consumidores habituales de otras cepas, se vuelquen a probarlo.

Sin la necesidad de discurrir si los bodegueros implantan más porque hay mas demanda, o si la demanda se incrementa por acciones destinadas a impulsar el consumo; digamos que nos interesó saber qué pasa en Argentina con la cepa, y para eso fuimos al INV y leímos su informe.

Esta variedad originaria del Valle del Loire, se adapta a los climas argentinos y desarrolla menos ácido que el Cabernet Sauvignon – y también menos cuerpo- pero es más aromática, que junto con otras características lo hace un vino distinguido.

Entre 1990 y 2016, se sumaron 853 hectáreas implantadas en el país, y Mendoza se lleva la mayor parte, con un incremento de 617 hectáreas. Apenas un 0,4% de las vides implantadas en Mendoza son Cabernet Franc, y un 0,3% si nos vamos a San Juan.

El 83% de la producción mendocina se concentra en Luján de Cuyo y el Valle de Uco.

En el mercado interno tiene una marcada tendencia al alza el corte de Cabernet Franc con otras variedades, mientras que las exportaciones se concentran en Cabernet Franc puro o cortes de otras variedades con Cabernet Franc.

Las exportaciones FOB suman algo menos de seis millones de dólares.

Son números pequeños comparados con lo que produce Argentina, aunque lo que nos debe llamar la atención es la tasa de crecimiento: 428% para el mercado interno entre 2006 y 2016; y 599% para el mercado externo.

Ya sea que miremos los números o disfrutemos del vino, el Cabernet Franc llegó para quedarse y cada día gana más terreno; en hectáreas y en consumidores. Si aún no han probado ninguno, déjense sorprender. Hay muchos, algunos de ellos son realmente muy buenos.