La semana pasada hubo dos noticias económicas que hicieron ruido. La primera fue la multa que impuso la Unión Europea a Google por abuso de su posición dominante. La segunda, la fusión de Telecom con Cablevisión, que generará la primera empresa capaz de ofrecer “cuádruple play” a sus clientes, esto es telefonía fija, telefonía celular, TV por cable y banda ancha de internet.
Deben darse varias cosas en conjunto para que una empresa sea acusada de posición dominante, pero en concreto: ¿qué significa?
El que domina un mercado hace lo siguiente:
- Compra la mayor parte de la materia prima existente, al precio que él fija y con las condiciones de pago que él fija.
- Vende su producción al precio que él fija y con las condiciones de financiamiento que él fija.
- No permite el juego de la libre competencia.
- Pone en el mercado, los productos que a él le sirven.
De esta manera se crean los monopolios (sistemas de mercado en los que solo hay un proveedor), los duopolios (en lugar de uno, hay solo dos proveedores) o los oligopolios (tres o cuatro jugadores se reparten la torta pero no hay libre competencia, dado que pactan cuotas). El ejemplo típico de un monopolio eran las empresas de servicio público: EnTel; Gas del Estado, etc.
Los duopolios típicos son las masivas de gaseosas o limpieza y cuidado personal.
Los oligopolios son las Telco, donde sólo tenemos 3 jugadores.
¡Menos mal que todo esto no ocurre en el mundo del vino!, ¿o si?
Si bien hay grandes empresas que tienen la mayor parte del mercado, pareciera que no existe una posición dominante; ahora… solo pensemos un minuto cómo empezar a armar algo que se parezca bastante al escenario descripto, en un espacio en el que aparentemente hay lugar para todos.
Si un bodeguero consigue ir comprando materia prima a los más chicos, independientemente de la calidad de la uva, puede hacer dos cosas: fija precio y financiación y seca al mercado de uva de terceros. Dentro de la bolsa hay uva Premium, uva muy buena, uva media y hasta uva mala. Si este bodeguero quiere posicionar sus vinos como alta gama, utilizará la Premium y la muy buena en sus marcas, entonces: ¿qué hace con el resto? Crea satélites. Empresas que giran alrededor de su bodega. Todas con gente de confianza, familiares y amigos muy cercanos, pero aparentemente todas independientes. Estas otras empresas pueden hacer vinos de variadas calidades pero aprovechan el precio de compra de la uva y los aparatos publicitarios, de comercialización y distribución «del afamado». En el camino, también fijan precios altos en el mercado interno, arrastrados por los precios de sus “primos” de alta gama.
Puede sonar descabellado, pero algunas veces no comprendo la puntuación de más de 95 puntos que reciben vinos que, a ciegas y por públicos diversos, no pasan de 85; en cambio sí se entiende si creemos que por error, alguna botella destinada a jurados, fue etiquetada como si fuera otro producto.
El tema es muy complicado. Son obvios los motivos por los cuales la transparencia no existe. En todos los casos, se perjudican los productores y los consumidores, y ojalá que lo que acabo de describir sea solo un producto de mi imaginación, contaminada por otras industrias.
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