Nuevamente los porteños tuvimos un privilegio especial: tener una nueva edición de “López de punta a punta”. Es lo único en lo que le ganamos a los mendocinos, tener más ediciones de este encuentro tan esperado para todos los que seguimos de manera especial a esta bodega.
Lo esperamos porque López tiene vinos para todos los gustos y para todas las situaciones, pero lo interesante es lo que vivimos en cada encuentro. Siempre te cruzás con algún amigo, con alguien conocido; y por supuesto, siempre te presentan a alguien interesante con quien compartir experiencias. El Estilo López es una cadena de eventos. Los vinos, el espacio, pero principalmente la gente. En López siempre te tratan como si fueras un amigo de toda la vida, con quien tenés que ponerte al día de lo acontecido desde la última vez que nos vimos.
Transmitir los 45 productos que pudiste probar en la reunión es fácil; lo difícil es explicar la vivencia de estar en ese lugar.
Los números son abrumadores: 120 años de fundada. Siempre en la misma familia. Ya llevan 4 generaciones haciendo el vino que le gusta a todos. Sin embargo, no se cansan. Ellos siempre están ahí. Tanto Carlos como Eduardo te reciben siempre con una calidez indescriptible. A pesar del dolor de la partida de su padre hace apenas dos meses, le rinden un homenaje que nos hace sonreír a todos, lleno de anécdotas. Es eso, una celebración de este hombre que estuvo 60 años en la bodega de su abuelo, de su padre, y ahora de sus hijos. Y no están solo para la foto, están disponibles para conversar con cada uno de nosotros. Así son. Así tenemos el gusto de disfrutarlos cada vez que los tenemos cerca, y el agradecimiento hacia ellos siempre suena a poco.
Casi 300 palabras y aún no les dije nada de los vinos. Ok, ahí va. Probamos TODO. Sí, TODO. Porque todos los vinos de López son para probar. Hay para cada paladar. ¿Dónde nos detuvimos a disfrutar? Vertical de Montchenot: 2015; 2014; 2008; 2003; 1998; 1988; 1983 y 1975. ¿Alguien te puede ofrecer eso? El ’75 estaba vivísimo. Pararse al lado de una de las mesas donde estaban los decantadores era una fiesta de los sentidos. Un LUJO, así, con mayúsculas.
También pasamos por Chateau Vieux, Federico López, Rincón Famoso y toda la línea.
El fin de fiesta, como corresponde, fue con los últimos dos “champán” desarrollados por los López: Montchenot Rosé y Montchenot Dulce. Lo suficientemente dulce para que se enamoren aquellos que no son afectos a los espumosos; y no tan dulce como para que empalaguen, pero sí para que maride perfectamente con postres agridulces.
Lo único malo de esta fiesta de Punta a Punta es que termina, por lo que ya nos quedamos esperando a la próxima.
Si llegaste hasta acá y aún no conocés estas delicias, te invito ya mismo, más que eso, te desafío a dos cosas: probá un López y anotate en la próxima; porque tal como alguien me dijo en una oportunidad: no podés hablar de vinos, sin antes haber disfrutado de los López.
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