Uno de los regalos que recibí por el día del Padre, fue un “vale por una degustación” en una vinoteca del barrio. El nombre ya promete: Catarsis. De verdad, para próximas visitas le preguntaré a sus dueños, porqué lo eligieron, pero enhorabuena, es muy apropiado.
Fui el sábado pasado a comprar tres vinos y el asesoramiento –y el precio- fueron impecables; fue en ese momento en el que Gabriel me preguntó si conocía el vino “Los Patos”, y frente a mi negativa, me invitó a usar “el regalo” para disfrutar de la degustación que harían el jueves 28.
Otra buena decisión.
Era una presentación de Walter y Matías de Zagros Wines, en la que originalmente íbamos a probar cuatro vinos, y como en los muy buenos espacios, terminamos teniendo dos “bonus tracks” – un malbec de exportación, y un cabernet sauvignon fuera de programa-.
Los vinos fueron Los Patos Malbec, Familia Vila Malbec, Los Patos Cabernet Sauvignon, Los Patos Colección Vila Cabernet Sauvignon y Familia Vila Cabernet Sauvignon, en orden de complejidad, y para no extender la nota –ni “quemar” una que seguramente escribiré en Septiembre, con más datos- solo voy a enfocar en el primer vino degustado: OneHope.
One Hope es un proyecto norteamericano fundado por 8 amigos, que se han enfocado en vender vinos de alta calidad con fines benéficos. Algunas de sus acciones comprenden donaciones por más de tres millones de dólares, cuidado de salud para 46.000 personas, 49.000 refugios, 1.800.000 raciones de comida para niños, 163.000 vacunas. Les dejo acá el link con la página del proyecto. En el caso del Malbec es mendocino, del Valle de Uco, con la tipicidad del Malbec local, pero altamente frutado. Sin paso por madera y muy joven, impactan dos cosas, el color “tejoso” y su suavidad, con una persistencia media en boca. Un vino que es un pecado que no se comercialice en el mercado local, por lo que les recomiendo que si pasan por California, no duden en comprar un par de botellas.
Volviendo a Catarsis en sí, el lugar es perfecto, la calidez y calidad de atención, impecable y el buen gusto es un sello distintivo. Ubicada en el incomparable barrio porteño de Boedo, tiene esas cosas que hacen única a nuestra ciudad, a pesar de ser una megápolis. A los diez minutos de estar, sabés que a tu lado se sentó Juan, quien destila cerveza artesanal en el negocio de la vereda de enfrente; y a tres metros, Juan Ignacio te cuenta que tiene una banda de jazz y que probablemente el próximo jueves, toquen en Catarsis. Boedo es barrio de tango, de fútbol, y de una vinoteca impecable. Hay muchos otros detalles para contar, que obviamente, describiremos en próximas visitas y ojalá que nos encontremos con varios de ustedes allí.
PD: la cata vino acompañada de las clásicas galletitas, pero fundamentalmente de ¡empanadas y chorizos a la pomarola impecables!