Es válido pensar que una vez embotellado el vino, sólo resta estibarlo y prepararlo para el envío a los puntos de venta. Hablamos en muchas oportunidades sobre el almacenamiento de las botellas y el impacto que tiene en el producto, las condiciones físicas del lugar donde se depositan. Con todo esto, a nadie se le ocurriría conservar sus vinos fuera de un local, pero Franck Labeyrie no nos lee, y decidió apostar a la física y conservar mil doscientas botellas de vino en un lugar natural: enterradas en la nieve.
La historia va así, a 2.400 metros de altura, el viticultor francés dejó en contenedores metálicos, 1.200 botellas de vino tinto y blanco, para que la nieve las transforme. Tomó los índices de humedad, temperatura y oscuridad, dando la ecuación necesaria para la correcta conservación. No es la primera experiencia de este tipo de Labeyrie, ya que antes lo habían hecho en una mina y en el mar.
Después de luchar contra la nieve para recuperarlas, los resultados de estos vinos de la apelación de Graves, dieron para los blancos, una acidez excelente, fruta, mineral, y largo.
En el caso de los tintos, sus meses en montaña (cinco) le aportaron cuerpo y madurez en aromas.
El experimento sirve para aportar más incógnitas al cambio de comportamiento de los vinos expuestos directamente a la nieve, y mientras tanto, los principales interesados en adquirirlos parecen ser los chinos.
Será cuestión de saber si alguien se anima a experimentar por el mismo camino en estas tierras.
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