Es común que cuando nos vamos de vacaciones el disfrute se expande y nos quedamos con ganas de algo. Salimos de nuestros lugares habituales con la certeza de que en nuestro destino encontraremos lo que buscamos, hasta que la realidad nos confronta con lo opuesto.
Mar del Plata es una ciudad grande. Tiene vida propia. Es muy disfrutable, tiene prácticamente todo.
Seguramente alguna vez “te han llevado” a recorrer vidrieras que no te interesan en lo más mínimo, y mientras mirás “el bikini a lunares amarillos”, pensás dónde habrá una vinería cerca para relajar la vista y deleitar el paladar.
¡Ánimo! Hay muchas y buenas.
Desde hace unos años la calle Güemes se transformó en el paseo comercial obligado en Mar del Plata. También se transformó en un polo gastronómico interesante. El recorrido comercial comienza en la Avenida Colón y finaliza en la Plaza del Agua.
A dos cuadras de la Plaza del Agua, en Olavarría entre San Lorenzo y Avellaneda, podés pararte a elegir qué vas a descorchar esa noche, en Cavaliere. Lejos podés encontrar los clásicos y alguna novedad en este local, en el que te van a atender de primera.
Si en cambio decidís caminar en sentido opuesto, también a dos cuadras pero en Avellaneda y Alvear, en la esquina misma, te vas a encontrar con La Destilería. También te van a atender de primera y vas a tener que resistir la tentación, o no, de aceptar alguna de las promociones que tienen.
Solo dos de las incontables vinerías que hay en Mar del Plata, y con el mero objeto de que vos también disfrutes de “caminar por Güemes”.
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