Casi parece una pregunta retórica, pero cada vez que recibimos amigos se plantean los mismos dilemas:
¿Abro X ó Y?
La verdad que X es un vinazo, pero Pepe no lo sabrá valorar; entonces mejor abro Y.
Ahora, si Pepe no sabe valorar a X, es muy probable que sea así porque nadie se lo dio a probar o se lo “explicó”; entonces mejor abro X y le cuento de qué va la cosa.
Y pueden seguir casi eternamente los interrogantes, a los cuales obviamente se van a agregar los referidos al maridaje.
Por más que a Pepe le encante el tinto, ¡algún blanco tengo que abrir para que acompañe al sushi!
Ay, si abro un espumoso para el postre, Pepe va a pensar que no cenamos con burbujas porque “es más caro”.
En concreto, es real que todos decimos que el vino nos tiene que descontracturar, aunque muchas veces ejerza el efecto contrario. Si lo que buscamos es solo causar una buena impresión en una cena “de compromiso”, es cierto que recurriremos a etiquetas clásicas de esas que poca gente se anima a discutir. Si en cambio lo que buscamos es un momento de disfrute con nuestros amigos, animémonos a predicar sobre las bondades de ese vino que descubrimos o que nos recomendaron. Todo es doblemente gratificante cuando se comparte.
¡Salud y buenos vinos!
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