Quienes nos leen regularmente saben que solemos rescatar temas que nos cruzan a diario y que tratamos de dejar nuestra experiencia personal sobre la vivencia.
Hace pocos días surgió en un foro una mini discusión sobre un vino hecho en Napa Valley con uvas 100% argentinas. El precio de venta al público es de sesenta dólares la botella.
La primera pregunta que surge es: ¿por qué el vino argentino se vende a quince dólares y el norteamericano hecho con uvas argentinas a sesenta? La explicación saltó por el lado de la calidad de la bodega que lo hace –como si no tuviéramos excelentes bodegas en nuestro país-. La siguiente explicación fue por el lado del flete de la uva desde Mendoza a Napa Valley, pero tampoco convenció demasiado a los escépticos.
A mí me despertó otra pregunta: ¿por qué nos empeñamos en vender excelente materia prima, para que en el exterior, alguien se quede con el valor agregado?
Traduzco: si sólo vendemos la uva, corremos con el riesgo y nada más. El riesgo de una mala cosecha, el riesgo de la helada, el riesgo de las plagas, el riesgo de un año inusual de lluvias, el riesgo de… el riesgo de… el riesgo de. La mano de obra empleada es la mínima necesaria para mantener la finca y la contratada en el momento de la vendimia.
El caballero que compró la uva no atraviesa ninguno de estos riesgos. Solo recibe uva de excelente calidad y aprovecha los costos caídos (salarios de profesionales, instalaciones, tiempo de producción).
Extrapolado a otra industria, es lo que sentimos al comprar un zapato en Milán con cuero argentino.
Simplifiqué demasiado el modelo, sí. El motivo es comprender dónde está aplicado el valor. Pero a veces en economía hay que ser más gráfico. En valores al mes de julio los precios son los siguientes:
- Kilo de uva (Merlot chilena de alta calidad): 0,38 dólares
- Botella de vino al consumidor: 60 dólares.
Después de ver estos números, ¿coinciden conmigo en que estamos perdiendo oportunidades muy importantes?
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