Los foros muchas veces sirven para intercambiar opiniones sobre temas ligeros, pero en Argentina son, sin duda, motivo de polémica. Esta vez, un participante subió dos fotos de un reconocido vino, de una prestigiosa bodega, en la que sólo preguntó “Qué pasó con el color…?”
Los comentarios no tardaron en aparecer y fueron de todo tipo:
“Lo querés para pintar?”, “Está un poco anémico, hay que transfundirlo urgente!”; “Orgánico”; “Se equivocaron de tanque y le pusieron Pinot”, “Lo compraste en el chino?”; “Agua con colorante”; “Qué vino vendehumo!” ; “Hay muchos vinos que ganan fama y no son gran cosa. Solo porque hacen un gran marketing, o tienen un apellido famoso o un amigo periodista o líder de opinión.”
La ficha técnica del vino en cuestión dice que es 100% malbec, del Valle de Uco, de viñas orgánicas (lo cual no significa necesariamente que el proceso sea certificado como orgánico). También nos dice que hay un 30% del vino que pasa por barrica; donde la mitad va a roble francés y la otra mitad de roble americano; de segundo y tercer uso, por unos 10 meses. La añada fue 2015.
Es un vino de unos $ 300 por botella y con espalda para el marketing y la comunicación.
A quien tuvo la pena de abrir esta botella, el vino le pareció “muy ligero, sin cuerpo, no te deja nada en la boca. Es fresco pero sin estructura.”
Con todos estos datos enfrente, lo que podemos apenas inferir es que sufrió una degradación por alguno de los tres agentes que más conspiran contra la conservación del color, estos son: la luz solar, la temperatura y el oxígeno. Cualesquiera de los tres, o sus combinaciones en exceso, van a provocar la clarificación del vino.
Si buscáramos a un “responsable” en la coloración de los vinos tintos, deberíamos recurrir a esta entrada de hace exactamente un año atrás, dedicada a los antocianos. Aparecen en las uvas tintas a partir del envero y dependiendo del tipo de uvas, pueden estar presente en el hollejo y primeras capas de la hipodermis, o hasta en la pulpa, como ocurre en las variedades denominadas “tintoreras”.
Los antocianos, tienen cierta colaboración de otros elementos orgánicos en solución a los que se los llama “copigmentos”, tales como el ácido caféico y otros. Estos elementos son los que van a aportar algo más de estabilidad al color, dado que los antocianos son muy sensibles y viran con mucha facilidad, dependiendo de la acidez, del rojo al violeta, pasando por un incomodo lugar “incoloro” cuando los bisulfitos hacen de las suyas.
Todo bien hasta acá pero, ¿cómo influyen la temperatura, la luz solar o el oxígeno en el color? La sobreexposición a esos agentes, influye negativamente sobre los taninos, sea por procesos de condensación o de polimerización, que al variar su relación (típicamente 1 a 4) con los antocianos, colaboran en la degradación de estos y con la consiguiente pérdida de la intensidad de color y el brillo propio del cepaje. Este es el motivo por el cual se aconseja estibar la botella acostada, en lugares frescos y oscuros.
Será por eso que uno de los comentarios que recibió el vino en la red social fue: “El de la vidriera … ja”
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