En el hemisferio sur comienza la primavera y con eso pareciera que se reinicia el ciclo de la vid, dado que es el momento en el que se ven los primeros brotes.

Está claro que un ciclo es algo contínuo y que en nuestra latitud, luego de la vendimia, comienza por allá en abril, el período de reposo de la planta. En este momento el vegetal se prepara para la invernada y reduce su vitalidad a la mínima expresión. Esta fase finalizará típicamente en septiembre con las heladas «tardías» (si lo dice un ingeniero agrónomo; o «tempranas» si lo dice un enólogo) Para evitar malos entendidos, llamémoslas «heladas primaverales». En esta etapa se procede a la poda en seco de la planta.

Luego de este reposo invernal, y como muestra visible de la reactivación de la planta, veremos el lloro.

Hay una actividad renaciente en la vid y se manifiesta con las gotas de savia que se ven en las ramas. Esto típicamente ocurrirá durante el mes de septiembre, y los encargados del terroir darán lugar a dos actividades vitales: el control de malezas, ya sea con herbicidas o el control mecánico; y el riego del viñedo.

 Pero más concretamente hacia fines de septiembre, y hasta mediados de octubre, se dará el período de brotación. Son fechas estimadas dado que ya comienzan a influir fuertemente las condiciones climáticas que tendrá la añada. Tal cual su nombre lo indica, es el inicio del crecimiento del brote, también conocido como pámpano, que requiere de temperaturas más benignas -superiores a los 10°C- para que tenga lugar.

 Mucho hablamos el año pasado de la añada 2016, por las condiciones climáticas y también por las de política económica y es nuestro sincero augurio que el 2017 sea un gran año para nuestros vinos y para todos los argentinos; por eso les deseamos una gran primavera y que sea el inicio de algo grande.