La pregunta viene mayormente de los incrédulos. Es real. Es concreta. Con el tiempo se transforma en «¿dónde estudiaste vos?» y otras tantas variantes que tienen diversos fines. Mi respuesta varía desde el: «sí, obviamente» al «depende de lo que busques». Tampoco falta quien cree que de vinos solo se aprende tomando.
El balance de los cursos que hice, es altamente positivo sobre todo teniendo en cuenta de que al estar lejos del lugar en el que se desarrolla la actividad, es muy difícil aprender y mantenerse al día. En mi caso personal aportan dos o tres valores centrales: la teoría con explicación en la práctica, la posibilidad del intercambio en tiempo real y el aporte de la novedad. Eso me empuja a seguir haciendo cursos: las ganas de aprender más y el mantenerme «al día». Es más, lamento que la oferta en Buenos Aires sea limitada.
Si le preguntamos a algunos de mis compañeros que asistían porque trabajaban en bodegas o en gastronomía y «los mandaban»; la respuesta puede ser muy diferente.
También depende de la institución que elijas para hacer los cursos.
Un curso no es una cata. No es una degustación. Debe ser un espacio de intercambio. Hay alguien dispuesto a transmitir su conocimiento y no podés desaprovecharlo, porque quien tiene avidez de saber, sos vos. Si esa es la actitud, te vas a dejar sorprender por la clase de espumosos, o la de maridaje, o la de servicio -sí, aunque creas que sabés cómo usar los cubiertos, podés llegar a descubrir que lo aprendiste mal -. La clase de destilados te puede enseñar de cuántos productos diferentes se puede destilar vodka. Tu primer «cata a ciegas» te va a causar mucha risa.
El vino es eso, sin solemidades, un lugar agradable para compartir.
Nadie nació sabiendo. Animate y hacete un curso. Después nos contás.
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