La historia dice que el 17 de abril de 1853, Domingo Faustino Sarmiento da el puntapié inicial para que se desarrolle fuertemente la vitivinicultura. Lo hace encomendando la implantación de diversos varietales europeos, entre los cuales se encuentra el Malbec.
El marketing dice que en los últimos años, el Malbec se ha transformado en la cepa insignia de los vinos argentinos, y desde ese lugar tenemos que ganar presencia local y global; entonces inventamos el Día Mundial del Malbec.
La cotidianeidad nos dice que casi cualquier argentino hoy habla de Malbec, como si hablase de fútbol, asado o dulce de leche.
Lo que pocos decimos es que el camino no ha sido fácil. Un camino lleno de incertidumbres que van desde lo climático hasta lo político. Un camino con próceres trabajadores e innovadores. Estos descubridores incansables de lo mejor de la cepa y el terruño. Estos argentinos y extranjeros que se han jugado mucho día a día para que hoy todos podamos deleitarnos con un producto imbatible.
Son ellos, los dueños de la viña y quienes trabajan la tierra y cuidan de las uvas los que en el día del Malbec se merecen nuestro agradecimiento. Porque la cepa es noble, el terruño es único; pero nuestra gente es lo mejor que tenemos.
Y como dijo Michel Rolland hace dos semanas: «Cuidemos al Malbec».
¡Feliz día y buenos vinos!
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