Cuando comencé a incursionar en el tema vino me preguntaba como sería esto de llegar a decir este vino es bueno o no tanto con palabra autorizada.
Como todos alguna vez, empecé solo reconociendo si me gustaba o no me gustaba. Observaba y escuchaba a «los que sabían» decir con determinación: este vino es excelente porque tiene taninos redondos o por su paso varios meses en barrica de roble francés.
Y cuando fui aprendiendo a reconocer esas características en un vino (no fue sin antes haber sumado muchos ejemplares en la experiencia) muchas veces sentí culpa porque a pesar de reconocer que era un buen vino, no era del todo de mi agrado. Algunas veces lo dije públicamente: este vino alta gama elogiado por todos no termina de convencerme o este más ignoto me encanta.
Y así por la vida pensando que quienes eran capaces de calificar un vino venían con «un don especial» o una capacidad con la cual yo no había nacido, me encontré por primera vez en una cata a ciegas.
Este era el momento de la verdad: puntuar un vino del cuál no sabíamos nada, para «premiarlo» o «descartarlo».
En esa primera cata se encontrarían enólogos de primer nivel, hacedores de los mejores vinos de reconocidas bodegas, periodistas especializados en vinos, bodegueros importantes, sommeliers e invitados extranjeros y unos pocos aficionados.
Y así fue que descubrí que un mismo vino podía obtener 79 puntos o 96.
Descubrí, que a mismo nivel de conocimiento, gente de la cuál no se podía dudar de su experiencia uno otorgaba el puntaje mínimo y el otro el máximo.
Al ser solicitadas las explicaciones en uno u otro caso del porque ese puntaje, escuché que por lo mismo que un experto le dió un alto puntaje, el otro por lo mismo, le daba el mínimo.
«Le otorgo el mínimo porque tiene mucha pimienta» y «le otorgo el máximo porque tiene mucha pimienta».
«Le otorgo el mínimo por excesiva madera» y «Le otorgo el máximo por mucha madera».
O: «Este vino tiene algo de brett y por eso es defectuoso» y «Este vino tiene algo de brett que le queda bien».
Y también descubrí que cuando la cata es a ciegas y no conocemos variedad, enólogo ni bodega, un excelente vino del cual ni me animo a dar el nombre fue descartado por que no llegaba a 90 puntos, y al conocer su etiqueta muchos se avergonzaron.
Creo que ahí terminé de comprender que exaltar o denostar a un vino tiene que ver con un momento de la persona que cata, de la añada del vino, o sencillamente de gustos personales.
Así como no a todos nos gusta el mismo perfume a pesar de ser de marca reconocida, unos lo descartan por dulce y otros lo adoptan por lo mismo, así ocurre con el vino, mis papilas gustativas y las de otra persona no son las mismas, y a igualdad de calidad de un vino, tal vez no nos guste el mismo. Y no por eso ser malo, ni mejor.
Y volviendo a la pregunta de nuestro título: ¿Si es objetiva una cata?….Creo que ya tenés la respuesta.
Agregar comentario