Es así, siempre queremos estar en los lugares que nos regalan sensaciones de bienestar, y suele ocurrir que esos lugares están distantes unos de otros.
Ya aterrizado en Buenos Aires, comienzan los planes de cuándo regresar, con quiénes, qué «faltó hacer», y todos los planes que uno realiza y que de alguna manera representan una «zanahoria» para trabajar en la consecución de los objetivos.
Esta entrada es más corta que otras, porque es sólo para expresar mi agradecimiento a todas las personas que hicieron posible que yo pueda aprovechar cientos de vivencias al pie mismo del terroir.
La previa no fue fácil. La estadía fue muy dinámica. Las puertas abiertas son en realidad portones. La experiencia super positiva. La acogida, única.
Muchas gracias a Mario y a Claudia porque pusieron «toda la carne sobre el asador» – ¿en Mendoza debería decir, todos los racimos a fermentar?- e hicieron de mi viaje algo extraordinario. Sería muy largo de contar todo lo que han hecho, pero me han hecho sentir «de la familia».
Muchas gracias a Antonio y Marcela que se preocuparon porque mi estancia fuese más que cómoda. El lugar: de primera, primera. La calidez de la gente: única. Dan ganas de volver muchas veces. Aún no abrí los vinos, ¡pero serán los primeros en enterarse!
Muchas gracias a Graciela y a Manuel que alimentaron más que mis mañanas. Los momentos compartidos hablan por sí solos y espero que se sumen muchos más. ¡La cocina de Graciela es increíble!
Muchísimas gracias a todos los que me recibieron, a pesar de ser un momento de mucha actividad: en Rutini, Mariano y su gente; Leticia en Dominio del Plata; Laura y su equipo en Séptima; Alejandro y los suyos en El Enemigo; y a todos los que se ocuparon de que me sintiera «en casa».
Mi deseo es volver pronto, y más seguido y seguir descubriendo las bondades de la gente y del terruño. De nuevo: Muchas Gracias a todos.
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