Perfil social. Red social. Club social. La etiqueta está en todo. Cualquier cosa es «social». Y aunque no lo querramos aceptar, el vino es un punto de encuentro social.
Vas conociendo gente inimaginable.
Vas descubriendo cosas en común con gente a la que jamás pensaste que tendrías acceso.
Te reencontrás con amigos a los que hace años le perdiste el rastro.
Y la primera coincidencia es, que el vino es una excusa. Es lo que «abrocha» el encuentro. Y también es el primer motivo de sonrisa cuando coincidís en el gusto, y de «carcajada de cancha» cuando decís una «burrada».
Y te vas haciendo de un grupo, o de varios. Y querés aprender más. Y querés disfrutar más. Y no te alcanza con leer una etiqueta, la comentás. Y querés ir allá. A las uvas. A pisar ese suelo. A ver. A escuchar. A oler.
Y esto fue escrito en un día en el que se dieron las tres condiciones de arriba… el grupete de la EAS; el winemaker con el que compartimos algo que yo jamás imaginé; el amigo con el que hemos compartido horas y horas de trabajo, el que se alegró conmigo cuando me recibí, el que terminó llevando a sus hijos al mismo colegio, ese con el que nos debemos algún muy buen vino «debajo de la parra».
Si la primera nariz es de frutas rojas maduras o vainilla, es parte del «piripipí» del vino -¡volvé Brascó, te perdonamos!-
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