Creo que nos pasa o ha pasado a todos, encontrarnos con un vino que en nariz es una cosa y en boca, otra.

Llevé el vino a una cena. Un vino de una muy buena bodega, pero que yo no había tomado con anterioridad. Sí otros vinos y varietales de la misma bodega, pero no específicamente este malbec. La sorpresa fue al abrirlo y no percibir el aroma que yo esperaba.

Con mala predisposición lo probé, y ahí fue la otra sorpresa: un buen vino, mejor de lo que esperaba. Buen color y brillo, balanceado, final más largo que lo esperado; pero… «sin nariz».

¿Entonces?

Es acá donde juega el winemaker. Él conoce el terruño y las vides. Él conversa con los responsables de la bodega por dónde irá ese vino para que la gente hable de él. Es que en realidad, hay muchos consumidores que prefieren un vino poco complejo en lo aromático, pero con personalidad en el sabor. Y está tan bien como alguien que prefiere exactamente lo opuesto.

El momento de recoger las uvas, los tiempos y procesos de maceración y fermentación, los filtrados, todo ese complejo movimiento de fichas es lo que hace personal al vino.

Como siempre, la recomendación es probar. No quedarse con lo que dice la etiqueta, el vinotecario o nosotros. Prueben -y dejen su feedback ;)-