Así comienza el estribillo de un villancico argentino.
No puedo adivinar si vos compartís mi religión, pero sí creo que puedo contarte la historia de una familia que no la pasó bien especialmente en este momento lleno de alegría y ansiedades que es el nacimiento de un primogénito.
Belén habrá sido algo así por esos años.
Marcharon más de 110 km desde Nazaret escapando del jerarca de turno. No encontraban alojamiento cuando María estaba pariendo. Si había buen tiempo, estamos hablando de que en esta época, las temperaturas oscilan entre 15-20°C de día y 0-5°C por la noche.
Y al Pibe se le ocurre nacer.
Solos en un establo, junto con los animales de trabajo.
Y ese Pibe fue creciendo. Y trabajó al lado de su padre. Y un día salió a cumplir con su misión. Y apenas le costó la vida. Y nos cambió la vida. A todos, a quienes creemos que es el mismo Dios hecho hombre, y a quienes no lo creen.
Y esto es así porque al menos en Occidente no estamos ajenos a sus hechos que llegaron hasta nosotros sin cadenas nacionales, ni twitter, ni facebook. Esto será porque el Hombre solo buscó reconciliarnos a pesar de nosotros mismos.
Y aún no aprendimos.
Y sigue naciendo para que de una vez aprendamos y nos pongamos en marcha, y para que entendamos de una buena y bendita vez que no puede haber alegría cuando hay un chico desnutrido, un viejo solo y abandonado, y jóvenes y adultos sin sueños ni esperanzas.
Ése es el desafío: promover -actuando – el cambio. Tener claro el destino y firme el pulso para mantener el rumbo.
No dejes que la nostalgia te gane. Hoy es noche de esperanza. Hoy te nace el Niño sólo para vos. Hacele un lugarcito en tu vida y dejalo crecer. Ganate un buen momento en estado de gracia.
Te deseo que pases la noche más bendecida de tu vida.
¡Salud!
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