El vino ha sido siempre un alimento. Desde tiempos antiguos ha sido responsable de un importante aporte de calorías, alcanzando en algunas épocas según diferentes análisis un 25% de la ingesta de los hombres adultos.
En la antigüedad se bebía y se comía, mojando el pan, formando parte del postre y siendo componente habitual de muchos platos de la cocina. Y en muchos hogares el vino era elaborado caseramente formando parte de la alimentación diaria.
Además basta observar su composición para confirmar que el vino es un alimento natural y complejo.
Natural porque en su composición sólo intervienen las uvas como ingredientes y multitud de microorganismos, que van a transformar unos componentes en otros, a través de la fermentación.
Y complejo porque en su composición existen unas 2.000 sustancias, entre las más conocidas:
- Agua : entre 75-88%
- Alcohol : entre un 10-15% proveniente de la fermentación de la glucosa y fructosa de la uva.
- Glicerol y la glicerina producido por las levaduras.
- Ácidos: tartárico proveniente de la uva, láctico y succínicos formados en la fermentación, málico presente en las uvas verdes, acético secundario de la fermentación.
- Vitaminas: las más importantes Tiamina, riboflavina, ácido pantoténico, nicotinamida, piridoxina, biotina.
- Minerales: aluminio, azúfre, bromo, calcio, cloro, cobalto, cobre, cromo, fluor, fósforo, hierro, iodo, magnesio, manganeso, níquel, potasio, sodio, selenio, potasio.
- Azúcares reductores: glucosa, fructosa y levulosa.
- Taninos: y colorantes: en forma de compuestos polifenólicos.
Es cierto que no es un alimento esencial. Se puede vivir perfectamente sin beber vino, pero por ejemplo en España no fue hasta la Ley del Vino del año 2003 que se comenzó a considerarse oficialmente al vino como un alimento.
Y debido a esta consideración, la pirámide alimenticia de la dieta mediterránea se modifica en el año para dar lugar al vino adaptándose de este modo al ritmo de vida actual combinando además pautas de orden social y cultural como la comida en familia, el consumo de productos locales, la actividad física diaria y un descanso adecuado.
Considerada como la dieta más sana del mundo según evidencias científicas, da énfasis a los alimentos vegetales, la fruta fresca para el postre, el aceite de oliva extra virgen como principal fuente de grasa, los productos lácteos , principalmente queso y yogurth, el pescado y el consumo moderado de pollo, el consumo de solo una vez a la semana de carne roja y el consumo de vino moderado: de entre 1 a 2 copas diarias para la mujer y de entre 2 a 3 para el hombre.
La Unesco reconoció en 2011 la importancia de la dieta mediterránea y la incluyó en el Patrimonio cultural Inmaterial de la Humanidad.
Ahora bien , que ocurre en Argentina?
El vino está contenido y definido en el código alimentario del Anmat como: “el producto obtenido por fermentación alcohólica de la uva fresca y madura o del mosto de uva fresca, con un contenido de alcohol mínimo del 7% (v/v a 20ºC).”
Y en Agosto de 2013 el Gobierno oficializó la Ley 26.870 que declara al vino argentino “Bebida Nacional” con el objetivo de impulsar su promoción en el mundo.
Pero aún no ha sido reconocido oficialmente como alimento.
Sin embargo la ley 26. 870 publicada en el Boletín Oficial , abre las puertas para que esto ocurra y que además pueda ser identificado por la zona de elaboración.
Y en cuanto a la pirámide alimenticia (aunque para ser precisos deberíamos nombrar el óvalo nutricional argentino) no ha sido considerada la inclusión del vino en el mismo. Al menos hasta el momento.
De todas maneras, dejando de lado las formalidades respecto al vino sí alimento o no alimento, no podemos negar la importancia y el placer de acompañar una buena comida con el mismo. O como dijera Alejandro Dumas:
“La comida es la parte material de la alimentación, pero el vino es la parte espiritual de nuestro alimento.”
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