¡Bajen la guardia! No estoy hablando de echarle agua al vino – mucho menos soda – ni cosas raras.
Si hablamos del producto terminado, bebemos agua para hidratarnos, en proporción de 2 a 1 por copa de vino; pero de lo que quería hablar es de dos aguas relacionadas con el proceso de elaboración del vino: el agregado y el residuo.
En la elaboración hay agua de origen vegetal, esa que concentró la uva durante su proceso de maduración en la planta. Con respecto al agregado de agua exógena, está expresamente prohibida en la ley 14.878.
El agua de origen vegetal, según la resolución C45 del INV, deberá ser descartada del establecimiento desnaturalizada. Y es acá donde interviene una práctica que viene ya de larga data en otras industrias, el procesamiento del agua antes del descarte.
El agua tratamiento de aguas residuales tiene un buen doble impacto, el primero es hacia el propio establecimiento, dado que una vez tratada, se puede utilizar en otras tareas y propósitos – las industrias típicamente lo utilizan en depósitos de los toilettes, o para lavado de pisos, etc.
El otro impacto es evidentemente devolver agua no contaminada al medio ambiente, que en el cíclo del agua, contribuye a que nuestros suelos conserven las propiedades naturales, entre otras bondades.
No es algo barato, pero si hablamos de una recuperación del sector en función de las nuevas políticas económicas nacionales, es una gran oportunidad para colaborar con una industria sustentable y además para seguir gozando de nuestros únicos terruños.
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