La uva es el fruto de la vid, que corresponde a una planta trepadora de la familia de las vitáceas. La especie utilizada en la elaboración del vino es la vitis vinífera, también llamada vitis europea. Más allá de la especie, existen las cepas: syrah, merlot, cabernet, malbec, etc.

La planta en sí es muy noble y puede vivir y dar fruto por décadas, viendo vinos de alta gama que provienen de viñedos centenarios.

Para los que sólo vemos frutas en las verdulerías -cuando vamos- viene bien un detalle morfológico del fruto de la vid.

El pedicelo o escobajo, es lo que mantiene al fruto unido al racimo.

La piel u hollejo, es el recubrimiento del fruto, que nos da el aroma y el color. En el caso de los tintos, los taninos serán aportados por el mayor tiempo de exposición a los hollejos. La heliofanía propia del lugar nos dará tintes más oscuros.

En la pulpa se encuentran el agua, los ácidos y los alcoholes que harán su trabajo en el vino. Según el momento de la cosecha, será la concentración de unos y otros; a más temprana, más ácido; a más tardía, más azúcares naturales.

Por último quedan las pepitas o semillas, de las cuales se extrae aceite. El punto de la pepita es lo que define el momento de la cosecha.

La conducción que se le hace a la planta, controla el vigor y el crecimiento, mientras que la poda controla la producción en cantidad y calidad.