Desde hace un tiempo estamos siendo empujados a «vivir sano» con las contradicciones propias de los extremos. Por un lado, nos sobrecargamos de trabajo y obligaciones; mientras que creemos que un yoghurt y una ensalada, nos da el aporte nutritivo necesario para afrontar nuestra agenda y la sesión de crossfit…
Tampoco nos vamos al extremo de «a comer que se acaba el mundo»; pero lo que es interesante comprender es que lo que debemos adaptar son hábitos. Tan importante como correr 30 km semanales es no comer frente a la computadora.
¿Y qué tiene que ver el vino en todo esto? Mucho. El consumo responsable es para nosotros y para los demás.
La gente se adapta a nuevos estilos de vida y el vino se adapta a ellos. El proceso que encaró la industria vitivinícola en los últimos 20 años, nos lleva a contar con vinos más ligeros, que en algún punto, hasta han sido recomendados en dosis moderadas, para morigerar el efecto de otros estresantes. Los cosecha temprana, los dulces de baja graduación, son algunos de los ejemplos de este comprender los cambios de hábito.
Ni hablar de las propiedades de las cepas como el malbec, tan escuchadas y leídas en los medios.
Es lo que vengo diciendo en estas páginas desde el comienzo, son cambios. De vida, de gustos, de consumo, de disfrute. El desafío está en equilibrarnos.
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