La otra noche, charlando con amigos, se me ocurrió decir que había tomado un vino de 94 puntos y eso tiró la magia del vino a un lugar no deseado. La polémica estalló porque lo último que podemos decir de algo que involucra a los sentidos se mide en una fría escala numérica.
Se dice que don Robert Parker es quien comenzó con esta costumbre, solo importante para una idioscincracia que tiene que representar todo en un número. Lo cierto es que el vino que para mí es 95 puntos, para don Robert puede ser 91 y para otro crítico 100.
¿Qué se puntúa? El vino arranca con una base de 50 puntos (¿no era más fácil hacer una escala sobre 50?). Luego hay 5 puntos en juego por el color y la apariencia visual del vino. El aroma participa con 15 puntos, y el sabor con otros 20. Finalmente se dejan 10 puntos – que para este tipo de vinos, son prácticamente los que «desempatan», para el potencial de guarda y calidad general del vino.
En el Premium Tasting Wines 2015 de Mendoza, resultó «el elegido de la gente» el Malbec 2014 Jijiji. Si lo medimos por su precio ($ 130) no comprendemos cómo «le ganó» a un Enzo Bianchi Blend 2010 de $ 920. Si tenemos en cuenta que «la gente» no son «los expertos», entonces «se entiende». Ahora, ¿es verdaderamente tan importante un «puntaje» para los vinos? ¿Quien de nosotros compra un vino mirando el puntaje Parker o Tanzer? En mi caso particular, prefiero la opinión de los que saben desde otro lugar. Si un Patricio Tapia me recomienda un vinazo, digamos que lo voy a descorchar sin dudar. Si uno de mis amigos de los viernes, me recomienda un malbec para el asado after fútbol, en ese entorno tambien. Al fin del día, quien va a repetir la compra o no solo como consecuencia de lo que experimenté, soy yo.
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