Para quien no conoce, cata o degustación suelen ser sinónimos, aunque haya una diferencia fundamental entre ambas. Si me preguntan qué hago cuando degusto, contesto que miro ciertas propiedades del vino pero sin otro fin que descubrir si el todo me gusta o no. Podría decir que es casi casi la poesía del vino.

Con la cata buscamos otra cosa. Buscamos cierto grado de objetividad, si eso es posible mientras hablemos de sentidos. En la cata también prestamos atención a la vista, el olfato y el sabor, la diferencia reside en buscar otras cosas.

Con la vista tratamos de determinar el color, pero también el brillo y la intensidad. De alguna manera eso nos hablará de la calidad, la edad y la salubridad del vino. Un vino sin brillo, no tiene vida.

En la nariz buscamos la intensidad y también nos habla de la sanidad. Tratamos de identificar las familias aromáticas que nos brindan información sobre la uva, el tipo de fermentación a la que fue sometida, la crianza de ese vino y la guarda.

Ya tenemos mucha información sobre la calidad de ese vino, y para reafirmarla, en la boca descubriremos el ataque, el medio y el final que tiene el producto. Notas amargas en el final, salvo en el Torrontés, no hablarán bien del vino. El medio del vino nos da la data que nos falta para cerrar. Nos habla del volúmen y el cuerpo; de la intensidad y de la acidez; de los taninos en el caso de los tintos.

Es sin dudas algo que persigue llegar al corazón del vino con la mayor objetividad posible. Es un desafío interesante en este tema de aprender.