Esta semana se conoció la noticia por varios medios, del alza de los impuestos sobre las bebidas alcohólicas dictado por el jaqueado gobierno de Dilma Roussef. Se habla de un incremento de entre el 10% y el 30% sobre el precio al que recibe el vino el importador de Brasil.
¿Cómo juega esto en la ecuación? El impuesto impacta directamente sobre el precio de venta del producto, por lo que el consumidor ahora pone en la balanza si conservar el vino argentino u optar por uno brasileño de menor valor. Si ocurre esto, el exportador argentino se encuentra con el dilema de bajar el precio, algo muy poco probable con las condiciones actuales de atraso cambiario; o cesar la exportación de los productos, o al menos bajar el volumen.
En ambos casos, quien se debilita es el productor local. Brasil es el cuarto cliente comercial para vinos argentinos, una merma en esa venta debe suplirse con un incremento en las ventas a los existentes clientes internacionales, o desarrollando nuevos mercados externos, o…expandiendo el deprimido consumo local (¿veremos baja de precios en las etiquetas?).
Cualquiera de las variantes pone a trabajar a los profesionales de crear nuevos escenarios comerciales y económico-financieros que permitan a las bodegas continuar operando sin mayores perjuicios.
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