Últimamente se ha hecho más común ver algún vino cosecha tardía o fortificado en una mesa porteña, sin saber claramente qué son o cómo se maridan.
Los tardíos se denominan así porque se cosechan a fines de abril o principios de mayo (en el hemisferio sur), permitiendo que la uva alcance un mayor nivel de concentración de azúcar, dando un sabor naturalmente dulce. Además se interrumpe la fermentación y se permite dejar azúcar residual en el vino. Esto le da al vino una gran frescura, menor nivel de alcohol que lo hace muy versátil para beber solo o con acompañamientos muy variados.
En el caso del Santa Julia Tardío 2014 de la foto, está elaborado a base de uva Torrontés, que concentra muy bien el azúcar y es una variedad muy aromática. Lo lógico es maridarlo con postres dulces y cremosos, cheese cake, flan de vainilla, masas finas; o también con tartas de frutas blancas o cítricas como el lemon pie o tarta de peras. Lo que sin dudas es una experiencia diferente es combinarlo con queso azul, queso brie o camembert porque el dulzor del vino, contrasta con lo salado del queso y la cremosidad de ambos deja un paladar agradecido.
Los vinos fortificados, son opuestos a los tardíos en cuanto a la graduación alcohólica. Son vinos que rondan los 19° a 20° de alcohol, resultado del agregado de alcohol etílico en el proceso de elaboración. Lo que comenzó como una técnica para estabilizar el vino en viajes largos, hoy se transformó en un estilo. Entran en esta categoría los Porto, Mistela, Jerez.
El Malamado (MALbec A LA MAnera Del Oporto) de la foto, de Bodegas Zuccardi, es una opción ideal para después de las comidas con chocolates amargos, postres con frutos rojos; pero también es increíble con patés o queso azul. Si además se animan a un puro, no olviden tomarse una selfie 😉
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