Es cada vez más habitual ver en lugares comunes, vinos que dicen «Roble» en su etiqueta, y esta mención lo transforma, para el neófito, automáticamente en vino de mayor calidad que otro que no declare ese paso.
Más que de calidad yo hablaría de un estilo distinto, una alternativa más para el vino.
Lo concreto es que en realidad cambian las propiedades organolépticas por el simple hecho de estar expuesto a un medio que no es neutro en el intercambio. El roble colaborará a darle estabilidad al vino, al tiempo que modificará su color, su aroma y sabor. Incluso en distintas cepas se percibirá diferente, siendo una nota a vainilla en el malbec, y una de café en el cabernet sauvignon.
Tampoco da igual si el roble es americano, que tiene poros varias veces superiores al roble francés. Hoy hasta se miden los niveles de tostado y cesión aromática de las maderas.
Existen distintos recipientes en los que se puede almacenar el vino para que tomen las propiedades de la madera. Es posible que los más conocidos, sobre todo para los mayores, sean los toneles con gran capacidad de almacenamiento. Tienen tambien una mayor vida útil que los otros recipientes de madera.
En la otra vereda están las barricas, que son recipientes mucho más chicos (225 lts) y que comenzaron a aparecer en el país en los años 90. Tienen una vida útil aproximada de 3 años y el 90% de las bondades se agotan en el primer uso. «Mejora» los vinos debido a la microoxigenación que se produce en su interior.
Con la aparición de los tanques de acero inoxidable que mejoran los costos, el problema de la madera se resolvió con «varillas» de roble que se colocan dentro del tanque y son removibles cuando se agotan.
Tanto esta técnica como la de colocar «chips» o viruta de roble son legales y solo contribuyen a la cesión de aromas y no a la microoxigenación que se genera en una barrica.
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