Ya que estamos con los rosados, traigo a colación la clase (magistral) que nos dio Leticia, a su vez enamorada de los espumosos, que nos dejó con ganas de salir y armar un «after-class» de burbujas.
En oposición a los vinos tranquilos, los que contienen gas carbónico (CO2) son llamados espumosos. En esta categoría entran los frizantes y los «champanes» o cavas. Ya que los argentinos consumimos más «champs», vayamos por ese rumbo.
Primer disquisición: por apelación de origen (AOC) en Argentina no hacemos «champagne» ni «cava». La segunda disgresión viene por «espumante» – palabra que no existe en el diccionario de la Real Academia Española – o «espumoso» –Que tiene o hace mucha espuma. Que se convierte en espuma. –
El gas en el vino puede ser logrado por dos vías, la exógena: añadiendo CO2 en los tanques de elaboración del vino; o bien por la vía endógena, como producto de la fermentación (que vimos en «Pura química»). Este último proceso le da al vino una mayor complejidad aromática. Los espumosos tienen dos fermentaciones.
De los muchos métodos utilizados en la elaboración, hay dos que destacan: el método Charmat – segunda fermentación en tanque -; y el método tradicional o champenoise – en el que la segunda fermentación se da en botella.-
Las cepas más apropiadas para los espumosos argentinos son la Chardonnay, la Pinot Noir y la Pinot Meunier.
Son vinos muy versátiles que pueden acompañar entradas, platos principales y postres.
Uno de los tres espumosos que degustamos esa noche fue María («la más mía, la lejana…» ¡Ah, no pará… ése es el tango!) Codorniú Rosat Extra Brut -100% Pinot Noir, de Bodega Séptima.
Debo reconocer que por ser espumoso y rosado (algo a lo que no estamos acostumbrados en Buenos Aires), las expectativas por degustarlo eran altas.
A la vista se destaca el color marcado con reflejos y las burbujas finas que parecen no terminar nunca.
En nariz se percibe un aroma delicado a frutas rojas y alguna nota a «panadería» (¿confituras?).
En boca termina de seducir por la frescura. Es muy facil de tomar y de pedir «¡otra!».
Leticia y María nos conquistaron e hicieron que desde ahora contemos con un espumoso siempre en casa.
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