A muchos porteños, cuando se les habla de plantas piensan en la planta baja de los edificios. También pensamos que la leche sale de la heladera, el agua de la canilla y que la gelatina es sabrosa.
Es tan grande la cantidad de cosas artificiales que consumimos que creemos que todo se soluciona con aditivos químicos. Hasta las «frutillas» de los helados más caros de Baires son artificiales. De ahí que nos sea muy difícil imaginar que una uva tenga componentes que nos traigan a los sentidos otras cosas. Piensen que en nuestro imaginario, el vino sólo se hace en toneles (no nos pregunten si de roble, de pino o de madera balsa), las barricas son piquetes (barricaDAs) y el acero inoxidable sólo se usa en la bacha de la cocina.
Cuando el/la sommelier intenta explicar que al airear una copa de vino saldrán aromas de cerezas, frutos rojos, vainilla o cuero, «explota el alumnado» preguntando qué «cruza» hacen con la uva y el chocolate para que tenga ese aroma; o bien si hay vacas en el viñedo y por eso el «gusto a cuero». Nos cuesta bastante comprender que la naturaleza comparte elementos, y que la uva puede tener trazos de ciruela, pimienta o jazmín.
Tengan paciencia. Algunos de nosotros le ponemos garra e intentamos aprender. En nombre de estos, les pido que nos sigan enseñando 🙂
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